Cada uno tiene sus discos míticos, los que se pone en esos raros momentos en que alcanza la placidez interior, logra borrar de la cabeza los Fraggel que aparecen recordándole cosas por hacer y la soledad se convierte en plácida quietud.
Uno de esos míos es Sunday at the Village Vanguard de Bill Evans, no sé si para los expertos es el mejor disco de Evans pero a mí me unen lazos con ese disco que no me van a convencer de otra cosa lo mismo que nadie convence a una madre de que su niño no es el más bonito del mundo por mucho que al niño apetezca comprarle un chalet en Mordor.
Es un mecanismo interno muy absurdo, estuve en el Village Vanguard viendo un delicioso concierto de Jazz y desde entonces cada disco que tiene de subtítulo “At the Village Vanguard” tiene para mí un valor añadido. Este de Bill Evans, es, además, un disco que me cura el alma de tal manera que, cuando lo he escuchado, lo guardo en el botiquín junto al betadine.
Tantas veces lo he escuchado, tan de memoria me lo sé, que conozco cada uno de los sonidos extra musicales del disco, lo que duran los aplausos entre los temas, cuando se ríe alguien, el chocar de unos vasos que van en una bandeja a la mesa siete.
Si cierro los ojos puedo ver el local, le pongo cara a las personas que ese domingo 25 de Junio de 1961 vivieron en directo una experiencia para mí histórica.
Escucho los momentos en los que el trío alcanza el entendimiento perfecto entre ellos y, de repente, un tramo del tema que está sonando se convierte en un diálogo de notas, veo perfectamente cómo Scott LaFaro hace su sólo de bajo de Alice In Wonderland feliz y punteado por Evans sólo para darle ánimos y cómo Paul Motian subrayaba con su batería como afirmando cada nota.
No podían saber que era la última vez que tocarían juntos, que sólo diez días después un accidente de coche mataría a LaFaro y convertiría esa grabación de tarde de domingo en la última oportunidad de hacer esa magia.
Tampoco podían saberlo los que estaban allí de espectadores, y esto hace que en su inconsciencia, asistieran pensando simplemente que era un concierto más.
Se escucha, durante el My Man´s Gone Now en el que Bill Evans transmite toda la melancolía de esa obra maestra, una risa de mujer que, evidentemente, está más interesada en la charla que le da su acompañante que en seguir con atención la manera en que el piano parece tocar llagas en lugar de teclas para describir el imposible amor de Bess.
Cada vez que llego a ese tema, y se me encoge el corazón hasta que esa risa de quien no merecía estar en tan privilegiado lugar me corta el viaje, juego a imaginarme a esa chica cuando saliera, firmando con un simple: “ha estado bien, vamos a tomar algo que tengo hambre” su certificado de incapacidad para percibir que acababa vivir un momento que después, se convertiría en mítico para mí que ni había nacido.
Y pienso en que me ha pasado a mí lo que a esta chica en mil ocasiones, pienso en cuando vi Hannah y sus Hermanas más preocupado de las risas que mis amigotes de la adolescencia hacían en el cine que en esa maravilla de diálogos y salí del cine lanzando mi triunfal tuit al aire, que era donde se lanzaban antes: “Woody molaba más antes, cuando hacía risa”
Pienso en los señores con los que recorrí la muralla china y en cómo sacaban fotos sin parar sin dejarse un momento para simplemente pasear por el milenario monumento y tocar sus piedras para percibir su historia, le escucho luego en el bar diciendo: “Bueno, está bonito, pero me gustó más el Colisseum” y los imagino llegando a casa y poniendo una banderita en el mapa con la única satisfacción de haber estado en un sitio más, sin haber absorbido nada del lugar, pero habiendo estado y pudiendo contarlo gracias a las fotos. Suficiente.
Mientras escribo suena, por supuesto, Sunday at the Village Vanguard de Bill Evans, y pienso en esa chica de la risa fuera de sitio, la imagino escuchando el disco años después emocionada por la belleza de ese disco, sintiéndose privilegiada por haber estado en ese concierto histórico y pensando siempre que llega el My Man´s Gone Now:
“¿Quién sería la imbécil esa que se ríe?”.